Las historias resultan ser afables cuando las lees en una enciclopedia, para algunos más atrayentes para otros un tanto menos. Algunos prefieren los videos y otros las imágenes. Al mismo tiempo, existimos otros a los que los testimonios de aquellos que la vivieron, de aquellas voces autorizadas, de los que quieren transmitir su experiencia para generar el interés por el saber, nos terminan generando mayor curiosidad.
Esta investigación se basó en eso, justamente. Salimos a buscar a los que, en la jerga coloquial, fueron a 'bancar la parada' nada más ni nada menos que en Malvinas. Aquellos que se animaron a arriesgar su vida para adjudicarse de la satisfacción de defender su patria. Como Luis Escobedo, por ejemplo. O los que, a su forma, intentan día a día dejar en claro que la guerra no debe ser olvidada. Al contrario, que ese momento debe ser tenido presente para evitar que vuelva a suceder. Que los que no viajaron, también fueron valientes para apoyar desde su lugar, como Néstor Apuzzo, por ejemplo. O como Julia de Escobedo, una madre que, de una tarde a la madrugada, tuvo que escuchar la decisión más dura, pero necesaria, que tomó su hijo; que tuvo que verlo partir rumbo al combate sin la certeza de saber si volvería a sentir su aroma, pero con la fe intacta de que el destino volvería a cruzarlos.
"Mami, me voy a tomar el desayuno a lo de la madrina, pero mirá que no sé si vuelvo...", esas fueron las palabras de Luis Escobedo, un joven de tan sólo 18 años que tenía todo dado para debutar en la Primera División de Los Andes, para con su mamá una mañana, como cualquier otra, pero que, sin dudas, no sería igual a ninguna de ellas. "El se comunicó con mi hija que estaba trabajando en Lugano y fue ella quien vino corriendo porque a eso de las 2 de la mañana lo llevarían a Malvinas. Nosotros fuimos a verlo. Parecían perros enjaulados. No nos dejaron ni que los saludemos. Le tuvimos que tirar las cositas que les llevábamos como los caramelos y los chocolates que le habíamos comprado. Luis nos hizo señas con la mano y se fue", nos relató, con voz entre cortada, la dueña de casa.
Así como ella nos contaba sus sensaciones, él también nos describía aquel día casi como si hubiese sido recientemente vivido: "El 24 de abril se hizo una misa en las Islas; allí estuvo presente Canal 7 que, en aquel entonces, era la única emisora en el país. Fue en ese momento cuando me enfocaron las cámaras de televisión y así se enteró todo mi círculo íntimo de que yo había viajado. Imagináte lo que fue mi casa. ¡Un peregrinaje! Yo en el barrio era conocido por jugar al fútbol, fue por eso que todo el mundo comenzó a deambular por mi casa. Mis viejos, en ese momento, cayeron en un pozo depresivo".
"Sufrieron mucho mis familiares, pero también mis amigos. El fútbol propicia que se genere un clima muy amiguero. Ellos venían a mi casa, nos juntábamos después de entrenar; era como un alojamiento. Yo vivía en frente de la cancha, entonces, todos me iban a ver. Les costó sobrellevar todo lo que estaba sucediendo. Nunca hablé sobre éste tema ni con mis viejos, ni con mis amigos ni con mis hijos. Conocen, a grandes rasgos, lo que viví, pero jamás nos pusimos a hablar de esto puntualmente. Sólo el 27 de junio, que fue la fecha en la que yo llegué, nos juntamos con todos y comemos algo. Es tomado como mi segundo cumpleaños por todos mis seres queridos. Lo hemos sabido sobrellevar bastante", agregó el ex combatiente.
Mientras tanto, Julia asentía a lo que su hijo había contado en primera instancia: "En casa no contó nada de todo esto. Lo que estoy diciendo son todas las cosas que me pude enterar cuando lo llevaba a que hablara con personas para que lo escucharan. Lo único que nos dijo es que él estaba con nosotros y nada más. Nunca quiso que le preguntáramos nada al respecto".
'El corazón de una mujer es un profundo mar de secretos', narraba Rose, la protagonista de la película 'Titanic'. Es que esa frase, sin lugar a dudas, es una pequeña porción de lo que vivió en aquellos tiempos Julia. "Cada vez que recuerdo todo lo que pasamos en ese momento, tiendo a derramar alguna que otra lágrima", se sinceraba.
La Psicología entiende que el apego refiere a un vínculo específico y especial que se forma entre madre-infante. Es real que Luis ya no era un infante, pero el alma de una mamá permanece unida a la de su primogénito de por vida y ellos no han sido la excepción a esta regla. "El estaba en la lista de desaparecidos, pero yo sabía que no era así, que él estaba bien, que estaba vivo. El había hablado con un compañero que tenía el teléfono de los papás. Ellos llamaron a su madrina porque nosotros, en aquel entonces, no teníamos nada para comunicarnos. Yo sabía que mi hijo volvería. Estuvo prisionero y desde el ejército me decían que le había agarrado colitis y que por eso no volvía", tiró.
Mientras acá ella tenía la certeza de que aquel valiente volvería a pisar el suelo de su casa, él vivía momentos que pasarían a estar reflejados en todos los libros de Historia Argentina: "En un principio, antes de que los ingleses rodearan la isla, para nosotros era como haber ido a pasear. Estábamos ahí todo el día, nos aburríamos, hasta que llegó el 1 de mayo donde atacaron el aeropuerto y comenzaron los bombazos. El miedo que tuvimos fue atroz. Me acuerdo que estábamos en la oscuridad durmiendo con un compañero y de golpe un cañón disparó con todo. Nos abrazábamos y llorábamos juntos. Agarrábamos las armas para cargarlas y no sabíamos que mierda hacer. Son sensaciones que a uno lo hace experimentar cosas raras y lo hace pasar de ser un pibe simple de barrio a tomar decisiones y pensar: '¡La puta, acá hay que decidir rápido porque nos pueden llegar a matar. Nos tenemos que cuidar!'", lanzó Escobedo.
¿Y el incentivo? Ese estímulo que te moviliza a ir por más, a no estancarte, a seguir adelante... ¿Cuál fue para Luis ese por qué para seguir de pie, bancar la parada y regresar con los suyos?: "Siempre pensé en mi familia; en mi hermanito más chico, en mis viejos, pero lo vivía día a día. Era consciente de que estaba allá, que tenía que saber sobrevivir. Sobre todas las cosas, te hace pensar en la vida. Yo vivía en un barrio bien humilde en donde cuando caían dos gotas perdíamos todos los muebles porque se nos inundaba. Fue allí donde pensé que cuando regresara, saldría a buscar trabajo porque tenía que laburar para comprar una casa y sacar a mi familia de ese barrio. Quería darles una comodidad. Esos son los momentos en donde uno valora un pedazo de pan, un mate cocido con azúcar o caliente; una papa o un pedazo de carne. Se valoran muchas cosas. Hoy está todo muy avanzado. Nuestros hijos nunca van a padecer nada malo porque uno jamás va a dejar que le falte algo. En ese tiempo fue todo distinto; no había televisión ni computadora. Mi viejo laburaba desde las 5 de la mañana hasta las 6 de la tarde para que no nos faltara nada y así era; un mate cocido bien caliente era importante, pero cuando te falta y estás en una situación extrema, es difícil", respondió.
Los psicoanalistas conocen muy bien el tema de escuchar a sus pacientes, hacerlos reflexionar sobre sus miedos, sus pasiones, sus sentimientos. Son los impulsores a que quienes recurren a su ayuda, obtengan lo que van a buscar. Al menos ese es el pensamiento primitivo de cualquier ser que no tuvo que pasar lo que sí atravesó Escobedo. El, en este caso, opina un tanto distinto a esta teoría: "¿Cómo le puedo explicar a un psicólogo lo que me pasó y cómo puede hacer él también para ayudarme a salir de esa situación si no fue él quien vivió la guerra? Si no conoce lo que es una guerra me puede dar su parecer, pero nadie vivió ese momento. Son muy pocas las personas que pasan por esa situación. Yo te puedo contar que hizo mucho frío, pero nosotros estamos acá en remerita y nadie se imagina. Nosotros allá nos cagamos de frío. Yo tenía una sola muda de ropa; la misma que tuve a lo largo de 70 días. Allá llueve mucho, hay mucho viento. Si lo que tenías se te mojaba, se te tenía que secar con el calor de tu cuerpo. Teníamos dos o tres pares de medias y a muchos chicos les agarró pie de trinchera. Yo tenía una discapacidad por esta razón. Se me congelaron los pies. Durante más de 30 días no probé la leche, el azúcar, el pan. No sé cómo sobrevivíamos. Yo regresé en el 2012 a Malvinas. Hizo frío, pero fui con campera; bien abrigado y pensaba: '¿Cómo pudimos haber sobrevivido a esos fríos y viviendo en un pozo?' Lo mío, a comparación de los chicos que estuvieron en primera línea, no fue nada que ver. La saqué bastante barato".
Se suele tomar como valientes a aquellos que fueron y estuvieron en esa situación límite, lo que sucede es que hubo otros que si bien no llegaron a Malvinas, transitaron los momentos previos a tener que batirse a duelo para defender el territorio argentino. Néstor Apuzzo, director técnico con pasado reciente en el primer equipo de Huracán, fue uno de ellos. Con extrema voluntad y mucho esfuerzo emocional y mental, también nos brindó algunas palabras sobre lo que significó este suceso: "Ya estaba entrenando en Primera y en Reserva con Huracán, cuando me sortearon en 1981. En aquel entonces, te enterabas por el diario. Aparecían los últimos tres números del documento. Lamentablemente vi el 799 y a partir de allí sabía que al año siguiente me tendría que incorporar a la colimba. En ese momento, ni me hice problema porque faltaban muchos meses aún. Yo me tenía que presentar el 7 de enero, pero el 9 estaba citado en el club para hacer la pretemporada. En aquel entonces había un coronel ligado al 'Globo' que me dijo: 'Néstor no te presentes. Hay algunos problemas con Chile por el Beagle (Canal). Evitá problemas. Presentáte en marzo. Decí que estuviste con algún percance'. Le hice caso y me salvó la vida porque la gran mayoría de los soldados categoría 63 que fueron en enero al Sur y a Punta de Indio, fueron a combate directo. Yo al haber ido el 8 de marzo, tuve la suerte de simplemente ir al batallón 601 de Boulogne de tanques. Pero cuando me presenté me anunciaron que pasaba a ser infractor y que tenía que cumplir 15 meses en la colimba por presentarme dos meses después. A partir de ahí, jamás imaginé que iba a pasar todo lo que pasó. A nivel futbolístico, para mí fue un antes y un después. Por suerte sólo fui soldado continente y no llegué a estar en combate, pero prácticamente no pude salir más a entrenar hasta pasado junio que fue cuando calmó todo este problema. Tampoco es que pude volver a hacer lo mismo de siempre, porque le habían dado de baja a todos los chicos que habían estado en combate. En realidad, fue un antes y un después en mi carrera porque de la colimba salí con un problema en los riñones y otro en la planta del pie por los borcegos. Después, cuando salí de baja que, me dijeron que fue por los mismos nervios, contraje una hepatitis que casi me deja sin vida".
Uno viajó, luchó y tuvo la fortuna de poder regresar y contar lo vivido. Otro se quedó, pero también tuvo su experiencia propia. ¿Qué tienen en común? El fútbol. Ese deporte que para algunos es simplemente un juego, a ellos les salvó la vida.
"Cuando volví de Malvinas abandoné el fútbol. Entonces, lo único que quería era laburar. Llegué acá, me encontré con que la vida era normal y decidí que iba a trabajar. Me anoté para hacerlo en 'Obras Sanitarias'. Yo tuve suerte. No sólo por haber ido a la guerra y haber vuelto, sino que cuando regresé tenía la posibilidad de optar por el fútbol o trabajar, algo que a muchos veteranos le sucedió todo lo contrario. Cuando volvieron, se encontraron que estaban despedidos de su trabajo; o, en otros casos, que no podían decir que eran ex combatientes porque los trataban de locos. Entonces, a mi retorno cuando iba a empezar a trabajar justo se dio de que San Lorenzo y Los Andes jugaban la revancha en la cancha de Vélez, entonces mi papá me dijo de ir a ver el partido. Estando allí se me dio el gustito de volver a jugar, más allá de que a mí siempre me volvieron a buscar desde el club, pero en todo momento dije que no. Así que, esa semana entre ir a trabajar e ir a entrenar, opté por ir a entrenar. Me sentí bien recibido. A las dos semanas ya estaba jugando en Primera. Fue algo muy increíble, muy loco. Eso me ayudó muchísimo. Tenía otra concentración, me había generado, el fútbol, otras ganas de vivir. Volví a nacer. Después, los utileros y la gente que trabajaba en el club me contaba de que a veces me quedaba tildado. Además, me acuerdo que sufría mucho por mis pies. Me tenían que hacer masajes y un montón de cosas antes de los partidos. Así comenzó mi carrera y, a partir de ahí, no bajé más", expresó Escobedo.
Además, añadió: "El fútbol me sacó de muchas cosas. Los primeros años de los veteranos de guerra fueron muy difíciles. Tuvimos más suicidios que veteranos en Malvinas. Yo tuve la suerte de jugar, ser una persona pública y eso me extrajo de lo que era el ambiente de la guerra. Era difícil hablar del tema".
Apuzzo, en tanto, apoyó la moción: "En Huracán el hecho de haber podido cumplir mi sueño que no logré en su momento como futbolista de salir campeón o jugar en Primera, lo pude lograr como entrenador y es algo a lo que le voy a estar agradecido a Dios, al plantel, a mi familia y a mis amigos. Es un cúmulo de cosas. Uno siempre tiene que ir tras un sueño, buscar revancha, esforzarse, laburar y meterle. Como futbolista, pude, después de todos esos problemas, jugar en varios lugares. Si bien nunca fui el mismo jugador después de todo lo ocurrido, pude ser profesional".
Asimismo, se permitió dejar una pequeña reflexión: "Todo fue con esfuerzo, con mucha gente que me ayudó y me acompañó en la búsqueda de un sueño. Como digo siempre, sin esfuerzo no logras nada. Es lo que le inculco a mis dos hijos. Nadie te va a regalar nada, eso es mentira. Uno siempre tiene que hacer todo lo posible, apuntar a algo y tener un objetivo. Después, si vos le metes todo, es muy posible de que lo logres y sino, por lo menos, lo intentaste".
Siempre es bueno conocer el pasado, para no repetirlo en el presente y así poder llegar mejor al futuro. La historia es algo que ya está escrito y que debe ser leído tantas veces como sea necesario para no olvidarla. Luis Escobedo, Néstor Apuzzo, Julia y tantos otros ex combatientes o familiares de aquellos valientes que apostaron todo para defender nuestra patria, dejan explícito este mensaje de jamás olvidar aquel esfuerzo que realizaron en conjunto con miles de soldados que fueron a defender el territorio. Por la memoria de los que ya no están y por aquellos que cuentan con la bendición de poder transmitirles a las nuevas generaciones lo ocurrido, como Luis que para concluir su mensaje, esbozó: "Entre los ex combatientes solemos decir que ojalá tuviésemos la posibilidad de volver el tiempo atrás, regresar a la guerra, contar con mejor armamento y hacer mejor las cosas. Pero no se puede, las cosas ya están hechas. Mi mensaje es decirles a las personas que, más allá de la importancia o no que les den, tienen la posibilidad de hablar con los ex combatientes. Hoy pueden saber la verdad y no esperar a que aparezca en un libro. Que hablen con nosotros, que sepan, que se enteren, que conozcan la historia. Que sepan que hubo chicos de 18 años que fueron a la guerra y que hicieron todo lo posible para defender las tierras argentinas".